miércoles, 9 de enero de 2008

Una historieta de amor


Michel Trusevitch había soñado con morir como un poeta maldito y surrealista. Sabía que por entonces la pena de muerte era el castigo inevitable para los incendiarios de edificios habitados. No quiso defenderse, por ello aceptó gustoso el abogado que en Francia llaman "de oficio" porque se le supone sin ninguno dada su gratuidad. Era un viejo mutilado de la primera guerra mundial patriota y católico: el cancerbero pintiparado para conducirle al cadalso.
Pero aquel hombre, que no podía comprender ni al surrealismo ni a Trusevitch, defendió con tan buena fe y argumentos de cajón la tesis de la locura del poeta pirómano...que así lo estimó el tribunal.
Trusevitch había pasado tres años en la cárcel de La Santé sin llegar a convertirse en un mártir del surrealismo. Limpio de polvo y paja tras el veredicto, Trusevitch fue albergado en un hospital psiquiátrico, donde también estaba recluida una fragilísima adolescente con estampa de efebo. Al cabo de diez minutos de conocerla, Trusevitch, impulsado por un arranque montaraz,
abrió la cabeza de la adolescente con una litrona. Tres semanas después, del brazo salieron del hospital y durante un cuarto de siglo más tarde formaron una pareja original y sosegada que trocó la provocación por la seducción...

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay un escritor francés llamado Michel Trusevich, pero no creo que tenga mucho que ver con el suyo, a pesar de coincidir en el nombre -excepto por una dichosa "t" en su apellido-.

Me ha encantado este micro-relato. Espero que conitnúe. Tienes un don para la narración. Es curioso, pero siempre lo olvido. Recuerdo alguno de tus textos y todos me gustan. Sin embargo, es algo que mi cabeza no registra. Eso, lejos de ser un problema, es bueno: cada vez que leo algo tuyo me sorprende y estimula. Me ha gustado especialmente el inicio del relato. Con pocas palabras, pero muy adecuadas, ubicas perfectamente al personaje. En pocos segundos tenía una clara imagen del escritor. Yo siempre termino diluyéndome en interminables descripciones que rebasan lo detallista y alcanzan lo puntilloso. Pero qué se le va a hacer.

Debería ecribir cuentos, de mayor o menor longitud, eso da lo mismo, y enviarlos a algún certámen. Su estilo, señor, es cautivador. Y no exagero, a pesar de que siempre lo hago. Esto último ha sido, evidentemente, una exageración. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Al igual que esto último. Esto último no.

Ignatius J. Reilly dijo...

Muchas gracias,caballero, pero no es mío. Es una historia real contada por Arrabal sobre el poeta ruso Trusevitch

Anónimo dijo...

En tal caso, ya me gusta menos. ¿Es ello posible? ¿Es posible que la literatura no se termine con las palabras y se extienda a sus circunstancias? ¿Es posible que tenga más calidad un texto que otro, siendo ambos exactamente iguales, dependiendo de quien lo haya escrito? ¿Es realmente Pierre Menard autor del Quijote?

Anónimo dijo...

¿Dudaría alguien de la calidad de "Cien Años de Soledad" si lo hubiese escrito Belén Esteban?

M€ dijo...

La pareja en cuestión era Tip y Coll, ¿no?

M€ dijo...

Leed mi nuevo artículo. Lo he firmado con otro nombre. Me inventé uno raro y puse la foto de un hombre sensual:
http://www.eldigitalcastillalamancha.es/articulos.asp?idarticulo=26695

Anónimo dijo...

Para todos aquellos que no tengan interés en acudir a la página que el Sr. M€ indica, transcribiré aquí mismo su artículo:

"Permitidme tutearos, imbéciles.

Cuadrilla de golfos apandadores, unos y otros. Refraneros casticistas analfabetos de la derecha. Demagogos iletrados de la izquierda. Presidente de este Gobierno.

Ex presidente del otro. Jefe de la patética oposición. Secretarios generales de partidos nacionales o de partidos autonómicos. Ministros y ex ministros –aquí matizaré ministros y ministras– de Educación y Cultura. Consejeros varios. Etcétera.

No quiero que acabe el mes sin mentaros –el tuteo es deliberado– a la madre. Y me refiero a la madre de todos cuantos habéis tenido en vuestras manos infames la enseñanza pública en los últimos veinte o treinta años. De cuantos hacéis posible que este autocomplaciente país de mierda sea un país de más mierda todavía.

De vosotros, torpes irresponsables, que extirpasteis de las aulas el latín, el griego, la Historia, la Literatura, la Geografía, el análisis inteligente, la capacidad de leer y por tanto de comprender el mundo, ciencias incluidas.

De quienes, por incompetencia y desvergüenza, sois culpables de que España figure entre los países más incultos de Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora, los colegios privados se distancien cada vez más de los públicos en calidad de enseñanza, y los alumnos estén por debajo de la media en todas las materias evaluadas.

Pero lo peor no es eso. Lo que me hace hervir la sangre es vuestra arrogante impunidad, vuestra ausencia de autocrítica y vuestra cateta contumacia.

Aquí, como de costumbre, nadie asume la culpa de nada. Hace menos de un mes, al publicarse los desoladores datos del informe Pisa 2006, a los meapilas del Pepé les faltó tiempo para echar la culpa de todo a la Logse de Maravall y Solana –que, es cierto, deberían ser ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural–, pasando por alto que durante dos legislaturas, o sea, ocho años de posterior gobierno, el amigo Ansar y sus secuaces se estuvieron tocando literalmente la flor en materia de Educación, destrozando la enseñanza pública en beneficio de la privada y permitiendo, a cambio de pasteleo electoral, que cada cacique de pueblo hiciera su negocio en diecisiete sistemas educativos distintos, ajenos unos a otros, con efectos devastadores en el País Vasco y Cataluña.

Y en cuanto al Pesoe que ahora nos conduce a la Arcadia feliz, ahí están las reacciones oficiales, con una consejera de Educación de la Junta de Andalucía, por ejemplo, que tras veinte años de gobierno ininterrumpido en su feudo, donde la cultura roza el subdesarrollo, tiene la desfachatez de cargarle el muerto al «retraso histórico».

O una ministra de Educación, la señora Cabrera, capaz de afirmar impávida que los datos están fuera de contexto, que los alumnos españoles funcionan de maravilla, que «el sistema educativo español no sólo lo hace bien, sino que lo hace muy bien» y que éste no ha fracasado porque «es capaz de responder a los retos que tiene la sociedad», entre ellos el de que «los jóvenes tienen su propio lenguaje: el chat y el sms». Con dos cojones.

Pero lo mejor ha sido lo tuyo, presidente –recuérdame que te lo comente la próxima vez que vayas a hacerte una foto a la Real Academia Española–. Deslumbrante, lo juro, eso de que «lo que más determina la educación de cada generación es la educación de sus padres», aunque tampoco estuvo mal lo de «hemos tenido muchas generaciones en España con un bajo rendimiento educativo, fruto del país que tenemos».

Dicho de otro modo, lumbrera: que después de dos mil años de Hispania grecorromana, de Quintiliano a Miguel Delibes pasando por Cervantes, Quevedo, Galdós, Clarín o Machado, la gente buena, la culta, la preparada, la que por fin va a sacar a España del hoyo, vendrá en los próximos años, al fin, gracias a futuros padres felizmente formados por tus ministros y ministras, tus Loes, tus educaciones para la ciudadanía, tu género y génera, tus pedagogos cantamañanas, tu falta de autoridad en las aulas, tu igualitarismo escolar en la mediocridad y falta de incentivo al esfuerzo, tus universitarios apáticos y tus alumnos de cuatro suspensos y tira p´alante.

Pues la culpa de que ahora la cosa ande chunga, la causa de tanto disparate, descoordinación, confusión y agrafía, no la tenéis los políticos culturalmente planos. Niet.

La tiene el bajo rendimiento educativo de Ortega y Gasset, Unamuno, Cajal, Menéndez Pidal, Manuel Seco, Julián Marías o Gregorio Salvador, o el de la gente que estudió bajo el franquismo: Juan Marsé, Muñoz Molina, Carmen Iglesias, José Manuel Sánchez Ron, Ignacio Bosque, Margarita Salas, Luis Mateo Díez, Álvaro Pombo, Francisco Rico y algunos otros analfabetos, padres o no, entre los que generacionalmente me incluyo.

Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado."


P.D: Lo he transcrito letra por letra, palabra por palabra. Nada de cortar y pegar.
P.D.2: El nombre con el que el Sr. M€ firma y la foto que acompaña al artículo corresponden a Arturo Pérez-Reverte.