jueves, 13 de noviembre de 2008

El último tango en Madrid



Al principio, al señor A, poco dado a aquel tipo de eventos musicales, se presentó sin demasiado entusiasmo, a pesar de haber ingerido previamente un par de las que aquí llaman cervezas y de haber disfrutado de un monólogo que un simpático artista le regaló en su viaje hacia el Sol.
Le parecía extraña la apariencia del astro por dentro, aunque cierto es que hasta ese momento sólo lo había visto desde kilómetros de distancia y durante breves instantes, puesto que un extraño brillo le cegaba cada vez que intentaba fijar su vista en él.
Sabía que en cualquier momento se pondría en funcionamiento y el calor allí dentro sería insoportable, por lo que decidió refrigerarse con un par de pares de cervezas que un simpático muchacho le servía a cambio de una firma en un papel y un trozo de plástico. Le alegró el hecho de que alli dentro las cosas funcionaran de esta manera, alejada de nuestra materialista civilización, alejada de una economía de mercado asfixiante. Lejos de pedirte dinero a cambio de los bienes que allí ofrecían, se conformaban con que les mostrasen una foto propia, y les dedicasen un autógrafo. Supuso que lo del autógrafo se debía a que quizás le confundieron con alguna estrella del mundo de la canción, algo que no le sorprendió por su consabido parecido a Miky Puig, o quizás también porque al término del concierto elegirían al rey y la reina del baile, algo que le agradaría sobremanera. Sea como fuere, el hecho es que las cervezas no surtían efecto y el calor empezaba a ser insoportable.
Cuando terminó la última cerveza, notó que el camarero esbozaba una socarrona sonrisa mientras le miraba y comentaba algo al oído de su compañero. Pero como se hallaba en una tierra totalmente desconocida para él, no entendió lo que decían, aunque realmente el idioma era bastante similar al suyo, pues palabras como borracho y largo de aquí se pronuncían de una forma casi exacta al castellano.
En fin, cuando el camarero le comentó algo, no le entendió, y debió dar por hecho que él no era de allí y acto seguido se dirigió a su persona en un perfecto castellano. "¿Le pongo otra?", inquirió. "No, gracias", dijo. "Soy un tanto frugal en este tipo de eventos". Haciendo caso omiso a su recato, le sirvió lo que parecía una coca cola, eso sí, mezclada con algún tipo de brebaje, de color melifluo y sabor rancio, que no le agradó lo más mínimo. Supuso que sería algún tipo de medicina para prevenir el catarro, pues aún se sentía un tanto convaleciente a causa de uno sufrido semanas atrás. En seguida el efecto fue poderosamente positivo y notó no sólo que sus músculos crecían hasta llegar a tener un tamaño desorbitado, sino que también, en un descanso que aprovechó para ir al servicio, se vio extrañamente apuesto, algo fuera de lo normal. Creo que la gente también lo notó, pues al volver le miraban de otra manera, eso sí, algunas caras parecían más de lástima que de cortejo. Supuso que la envidia se había despertado en algunos.
Terminó el concierto, cuyas letras no entendía, pues también, cómo no, habían sido escritas en extranjero, supuso, para que el respetable las entendiese. A partir de aquí, su memoria empieza a ser más bien escasa. Dio por hecho que su metabolismo no digirió como debiera el medicamento antes mencionado. Realmente no recordaba ninguna conversación. Más bien tenía retenidas, a punto de ser enviadas a la papelera de reciclaje, algunas fotografías. Se las describo a continuación en orden, creo, cronológico:

1) El señor A pide una cerveza a un camarero en algún bar de Madrid, de vuelta al planeta Tierra.
2) El señor A pide comida a un camarero, quien sorprendido, se la niega rotundamente y repetidas veces.
3) El señor A micciona.
4) El señor A pide comida al camarero, quien no parece alegrarse por la petición.
5) El señor A se topa con el señor M y se esfuerza por articular algún sonido, parece ser, en el idioma aprendido en El Sol.
6) El señor A se esfuerza por permancer de pie.
7) El señor A compra dos rosas, por dos euros. Le parece que ha cerrado un negocio cojonudo, hasta el punto de sentir que ha timado al inocente comprador. Esboza una sonrisa levemente, para ocultar su satisfacción. El señor A regala una de las rosas a la señorita E y se pregunta por qué compró dos rosas y no una. No sabe qué hacer con la segunda rosa y no recuerda qué hizo.
8) El señor A entra en una sala de baile con un grupo de gente, entre los que se hallaba el señor M. Encandilado por la música y maravillado por la extensión y la madera de la pista de baile, da rienda suelta a su arte y deleita a los asistentes con algo que él cree es un tipo de baile. El señor A termina el baile entre orgulloso y avergonzado. Esto último lo sintió al darse la vuelta y ver las caras de sus acompañantes.
9) El señor A habla.
10) El señor A sigue hablando.

FIN

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Eh, ¿qué pasa aquí? Tengo fotos sospechosamente parecidas... no recuerdo bien... un baile, un mojito, una señorita que habla demasiado y se piropea a sí misma (si, esa debo ser yo), un sombrero que gira sobre sí mismo y ¡oh! una rosa que acabó por los suelos en la última vuelta del último tango... vaya. ¡Ah! Recuerdo otra cosa, al llegar a mi casa, me caí. Voy a replantearme los viajes extraterrestres entresemana.

Ignatius J. Reilly dijo...

Creo que mi cuerpo cada vez reacciona más histriónicamente al alcohol. Ideas que elimino para el futuro: no salir con tarjeta, no beber el mejunje ese que nos ofrecieron en el tal O´connells.

De todos modos, creo el final fue lo mejor. Baile con rosas, el final perfecto. La metófora de la rosa pisoteada...excelente, sublime.

La resaca, lo peor.

Anónimo dijo...

¿Hice una metáfora? -o metófora, como queráis- mmm, voy a mirármelo, yo soy más de metonimias, pleonasmos y anadiplosis.

Anónimo dijo...

Pecisiones:

1.- Me ha gustado mucho la historia.

2.- No sé qué son las anadiplosis.

Anónimo dijo...

A veces pienso en ti incluso vestida,
vestida de mujer para la noche,
la noche que cambió tanto en mi vida;
mi vida, deja que te desabroche...

Ejemplo de anadiplosis ;)

Anónimo dijo...

Sea bueno, Escariz.

Anónimo dijo...

Estimada Muerte,

Me ha comentado el Sr. Takeshi (Don Bucho) que hay una cena en diciembre.

Me llamó Vd. el otro día, imagino que con la intención de comentármelo, pero estaba durmiendo. Ya sé que era por la tarde, pero había salido el día anterior y me encontraba inmerso en el sueño vespertino propio de la resaca, ése que verdaderamente repara.

¿Qué día es esa cena y en qué localidad? ¿Arzúa, tal vez? ¿O quizá Cee (Comunidad Económica Europea)? Mi hermano y yo (y también Don Bucho, según él mismo me confirmo el jueves, aunque ahora ya no sé qué es lo que va a hacer...) tenemos un concierto el día 20 de diciembre en Ourense. Menos esa noche, estaré encantado de asistir a la cena en cuestión, sea el día que sea.

Atentamente,

Manuel de Lorenzo.

Ignatius J. Reilly dijo...

¿Qué le parece, pues, el viernes 19? ¿Reservo ya una mesa en San Clodio? Le ruego conteste con la misma firmeza que yo muestro. Denme un sí, y la cena queda establecida el viernes 19 en San Clodio y aquí Paz Vega y después Gloria Swanson

Anónimo dijo...

Como ya le he dicho, menos el día 20, me vale cualquier otro. Se lo digo absolutamente en serio.

¿Qué día, pues? En sus manos lo dejo. Páctelo con Don Bucho (también conocido como Rodrigo), que es quien se encuentra más atado por horarios y disciplina.

Dígame una cosa: ¿quién asistirá a la velada?

Anónimo dijo...

¿Por qué ha dejado usted de ser "otras gentes" en el blog de M? Ya nunca volveré a encontrarle... bueno, acabo de hacerlo, pero será la última vez. OH.

Anónimo dijo...

El señor M ha borrado de "Otras Gentes" al señor A porque desconocía su vuelta a los ruedos. En cuanto pueda, volverá a ser "Otras Gentes". Punto.

Anónimo dijo...

El señor M había borrado de "Otras Gentes" al señor A porque desconocía su vuelta a los ruedos. Ya ha vuelto a ser "Otras Gentes". Punto