martes, 17 de marzo de 2009

Cinefilia...


Invierno de 2008. Madrid. Cines Golem. Un servidor y su imberbe colega se disponen a ver el film "Hace mucho que te quiero". No trataré aquí nada acerca de la película. Sabía que era mi oportunidad. Llevaba años esperando que llegara a la cartelera una película con un título como éste. Además estaba de suerte. Me tomo mi tiempo. Echo un vistazo hacia la taquilla. Dos ventanillas. Dos taquilleras. Lanzo una furtiva mirada a la de la izquierda. Digamos que no me siento atraído. Desplazo la mirada a la de la derecha. Me la devuelve. Disimulo cogiendo unos folletos sobre una película italiana que no me interesa lo más mínimo. Hago que leo dos líneas, vuelvo a levantar la mirada, esta vez paulatinamente y, de nuevo, soy sorprendido, no por la taquillera de la derecha, sino por su compañera de al lado, previamente descartada por mí, la cual me lanza una hiriente mirada jactándose, creo, de cogerme con las manos en la masa. Yo, sagaz, completo el movimiento de mi cabeza con un ladeo hacia la derecha y me llevo la mano izquierda al cuello fingiendo que éste me duele. Acto seguido, toso, no sé por qué. Quizás sea esa tradición que liga la tos al disimulo. Ha sido una buena elección. Mi taquillera no es una belleza clásica, pero su aspecto frágil, dócil y mohíno me atrae especialmente. No sé por qué. Quizás me vea a mi mismo como el caballero andante, redentor de sus cuitas. Quizás solamente esté más salido que el pico de una plancha y haya puesto mi listón bajo tierra. Mi púber compañero me apremia. Le hago un gesto con la mano para que se calme mientras espero a que la pareja que me precede compre sus entradas. El de seguridad me mira de soslayo, como no fiándose de mí. ¿Por que me tomará? ¿Por un ladrón? Me pregunto qué hace ese hombre ahí, si está para detener a quienes pretendan entrar sin pagar a quienes osen comprar una entrada para una película y pasen a ver otra. O a lo mejor cree que apuntaré con un revólver a la chica del puesto mientras le digo que llene un saco hasta arriba de palomitas. Respiro hondo. Dejo el folleto y me envalentono. Llego a dos metros de la ventanilla, uno y medio, uno. Se me adelanta otra pareja, la cual ocupa la ventanilla izquierda. Me quedo mirando al fornido varón que acompaña a la hembra. Éste me lanza una mirada de desprecio de arriba a abajo y de abajo a arriba. Sonrisa sarcástica. Mi taquillera-amante me espeta un "hola" que recorre todo mi cuerpo hasta dejarme sin aliento y sin habla. Me enervo. No me salen las palabras. Sigue ahí la mirada de ese tipejo petulante retándome a pedir la entrada para la que llevo semanas preparándome. Quién se creerá ese matasiete. Maldito tritón, no esperes salirte con la tuya. Le aguanto la mirada. Toso. Me niego a pedir la entrada. Mi acompañante me tira de la camiseta impaciente... Una gota de sudor recorre mi frente, mis cejas. Miradas de incredulidad me rodean. ¡Milagro! La chica se lleva a mi archienemigo. Ahora soy yo quien ríe. El tipejo ya no lo hace y, en cambio, me lanza una mirada, tras fruncir el ceño y empequeñecer sus penetrantes ojos. El señor M, mi colega, se entretiene con el vuelo de una mosca. Literalmente... Es el momento, ese momento que quizás recuerde toda mi vida, punto de inflexión que perdurará como una tierna y original historia que contaré a mis hijos, quizás nietos. Como diría el señor C. esa zagala podía ser la definitiva. "¿Y bien? - me espeta la chica. Mi corazón late cada vez con más fuerza. El sudor ya se ha helado, tal vez, por el cortante frío que recorrió mi espalda momentos antes. Adoraba esa voz, me la imaginaba susurrándome día tras día, noche tras noche, que no podía vivir sin mí, que por qué no nos habíamos conocido antes, que qué guapo, fuerte y valiente soy, que.... En fin, digresiones aparte, era el Momento. Cesó el tintineo, ya no inquietante, sino resplandeciente, de la dulce voz de la mujer a la que probablemente acabaría desposando. Agacho la cabeza hacia la ventanilla. Respiro hondo nuevamente. Mis ojos a la altura de los suyos. Melífluas perlas sin par, de gran tamaño me escrutan, o eso creo, o eso quiero creer, esperando las palabras mágicas que la liberen de esa cárcel de cristal. Y yo, con gran denuedo, dejando atrás a mi imberbe corcel, dispuesto a desenvainar la afilada espada de mi osadía, para decirle, no sin la templanza de un avezado cortejador de mi prosapia, aquello que, probablemente hacía tiempo que no oía... ¡Hace mucho que te quiero! - farfullé. Cerré los ojos por un segundo. Cansado, aliviado, satisfecho. No sabía qué me encontraría cuando los abriese. Lo hice lentamente mirando al saliente de la taquilla. Elevando poco a poco la mirada hasta alcanzar sus ojos. La chica, perpleja. Sus ojos, percibí, a punto de estallar en lágrimas. Su rostro, macilento, aterido, efecto de unas inesperadas palabras que la habían punzado. Baja la mirada y extiende su brazo hacia mí. Yo sonrío, como un niño con zapatos nuevos, satisfecho, a punto de recibir el premio a mi coraje. Alargo mi brazo también, nervioso, para alcanzar la mano de pensé jamás soltaría. Noto, por fin, el contacto de una mano pálida, trémula, que toca y me hace a mí también, temblar. De sus labios parecen querer salir unas palabras. Durante tres segundos me las imagino. Me ilusiono con una respuesta: "Hace mucho que esperaba oír esa palabras". Por fin, percibo un sonido sibilante, al tiempo que noto una leve sonrisa en la cara de mi sempiterna Julia. Así debía de llamarse. Estaba convencido, sin saber por qué. Ya venía. Era un sí, sonaba una "s", qué más podría ser.......... "Sala 3" - musitó. Su mano descendió, volviendo a su posición inicial. En la mía, una entrada y unas monedas. Menuda mierda, es la última vez que voy a ese cine. Zorra insensible...

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Te faltaron reflejos, amigo. "¿sala 3? si yo no vengo al cine, nena" Desde que te dejó PL nunca has vuelto a ser el mismo. Fdo: Rasking Bowlins

Ignatius J. Reilly dijo...

Mire caballero, manténgase alejado de este blog. Es usted en zafio y un botarate. No sé de qué PL me habla, a menos que se refiera usted a Pamela Anderson Lee.

M€ dijo...

Lo peor de todo es que al final de la película intentaste la misma táctica con el señor M, incluso tratando de darle un besito en la boca. "No te va a doler", le decías. Y casi te cree.

Ignatius J. Reilly dijo...

Señor M, eso es lo que usted quisiera. No soy un chico fácil. Además no quiero ser el segundo plato de nadie. jajaja (este jajaja lo pongo para que quede claro que no soy gay, no soy partidario de los "jajaja" en los blogs, no me gusta representar la risa así, ni así :) ; prefiero, simplemente poner "risa" o "el autor se ríe"). He dicho.

Elena Guevara dijo...

Creo que no la entendiste bien...

- Hace mucho que te quiero.

- Sala 3.

- ¿A las 10? (tenías que preguntar)

- Allí mismo, fila 7.

- Pues, a las 10 en la fila 7... es una cita, Julia.

- No me llamo Julia.

- No me importa, seguro que también me gusta tu nombre.

(Risas de Julia)

Unknown dijo...

XD muy bueno,la verdad tanta tensión me emocionó, pero es una lástima, porque normalmente tanto amor no es correspondido X
por cierto, gracias por mirar mi blog ^^ en serio no me lo esperaba XD y por otro lado, no me atrevo a recomendarte a Jane Austen, pués tengo la leve sensación de que se te podria hacer dura de tragar, creo que tu tienes un estilo mucho menos gregoriano XD
DEW ¡¡

dijo...

creo que me he entretenido más leyendo esto que viendo muchas pelis (risas)
saludos!!