
El joven le preguntó al viejo: "oiga, abuelo, ¿añora ser joven?" El anciano sonríe y tras una breve pausa le responde:
"Claro hijo, ser joven es lo mejor que te puede pasar. Eres fuerte, vital. Puedes correr por el campo, perseguir a las palomas, saltar, puedes jugar con otros chicos de tu edad, piensas que vivirás eternamente, piensas que eres invencible, puedes planear tu vida, tienes ilusiones, crees que cuando seas viejo el mundo será mejor, crees que la gente cambia, conoces chicas guapas, bailas durante horas sin cansarte, aprendes todos los días algo, maduras, luchas, te rindes, recuperas la ilusión perdida, pasas del llanto a la risa tan rápido que pronto te olvidas del porqué de tus lágrimas. No te conformas con un grano de arena. Aprendes a querer, aprendes a llorar, lloras sin saber por qué, le llamas melancolía a tu tristeza pensando que así quedas como un poeta. Tienes esperanzas, sueñas con el futuro, haces planes, creas mundos donde tú serás el protagonista y donde algún día liderarás algo, sea una familia, una banda de rock, un equipo, una empresa, o simplemente un grupo de tontos con gracia que disfrutan hablando de temas baladíes. Puedes coger en brazos a tu chica, puedes perseguir sueños. Tienes fuerza. Puedes perseguir y puedes escapar. Crees en la igualdad, crees en la libertad, y crees que "imposible is nothing". Te hacen creer que es posible lo imposible. Cada vez llegas más alto, cada vez eres más fuerte y cada tu voz suena más grave y más gente la escucha. Cada vez tienes más poder. Cada vez tienes más dinero y puedes hacer más cosas por ti mismo. Sueñas despierto y duermes inquieto planeando el día siguiente"
El joven, tras escuchar atentamente cada palabra del viejo, en parte alicaído y absorto y en parte atento y curioso, torna sus serios gestos, los cuales por un momento le habían envejecido tres o cuatro años, para paulatinamente recuperar su infancia por un momento olvidada (víctima de las palabras del anciano) y esbozar una empática sonrisa de viejo que parecía contener al mismo tiempo rabia, orgullo, y cariño, para proceder a asestarle esta respuesta al anciano incrédulo:
"abuelo, pues yo prefiero ser viejo, pues así seré más sabio, no tendré miedo a nada ni a nadie, pues seré demasiado viejo como para tenerlo. Podré dar consejo a los perdidos, ayudarles a encontrar lo que buscan, o intentar que tengan algo que buscar. Seré fuerte, pues nadie querrá hacerme daño, ya que les engañaré con mi aspecto endeble y delicado. A quién no resulte dócil, resultaré sabio, o quizás tonto. Intentaré aprovechar estas tres cualidades. Podré resolver problemas, porque ya habré pasado por todos y conozco su solución, si no por mi propia experiencia, por la de otros que, triunfales o derrotados, habrán sufrido las trampas de la vida. Intentaré hacer verdad eso de
la experiencia es la madre de la ciencia para que escuchen lo que ahora intento decir y por demasiado joven no me creen. Han quién dice también que es la paciencia la madre de la ciencia. También me vale, pues aunque no quedará demasiado tiempo, habré aprendido a esperar antes de actuar. Aconsejaré qué trenes coger, ayudaré a los míos y los otros, a llegar a tiempo a los que yo he perdido o he tardado tiempo en alcanzar. Ayudaré a mirar y a escuchar. Impeleré a respetar, a amar e intentaré educar omitiendo el verbo odiar y las miradas de soslayo. Podré decir todo lo que pienso sin miedo a ser rechazado, pues en el peor de los casos dirán que estoy de vuelta de todo, lo cual no sé bien qué significa, quizás algo así como
allá él con sus locuras. No echaré de menos mi infancia pues dicen que una vez viejo, 100 veces niño. Creeré que la gente puede cambiar y se lo demostraré con mi ejemplo particular. No dejaré de soñar aunque mis sueños se desvanezcan lentamente y sus pavesas se las lleve el viento a sitios que por mi edad ya no podré alcanzar. Soñaré que soy joven y que puedo volar, saltar, correr, llevar a la chica que sólo conocí en sueños a sitios que todavía no he visitado básicamente porque no existen. No intentaré ser invencible a cambio de conocerme más a mi mismo y de conocer mis límites, sin creer demasiado en ellos. Seguiré madurando, luchando, riendo y llorando. Me reiré de la melancolía y las lágrimas del cocodrilo. Elegiré bien los pocos momentos en que me dignaré a llorar y buscaré la risa fácil allí donde se encuentre. Dejaré de perseguir a los palomas para darles de comer, lo cual, me agradecerán, creo. Descansaré tranquilo siguiendo el ejemplo de mis predecesores buscando la vida hasta encontrar la muerte. Me reiré de la competencia, del dinero, de todo lo material que poseo, de cuánto lo he valorado y del poco valor que finalmente tiene. Es cierto que me arrepentiré del tiempo perdido, y que lloraré a los míos. Es cierto que me preguntaré a dónde van los errores cometidos que ya no tienen remedio y que mi egoísmo y me ego me acosarán preguntándome si servirá de algo lo que he vivido y si me recodarán mañana cuando me haya ido. Pero, por lo menos, habré disfrutado construyendo caminos. Construyan bosques y cuidenlos, pardiez.